Las situaciones a las que los padres y madres nos enfrentamos con nuestros hijos en este tramo de edad (0-18 años), son muy diferentes, pero de gran importancia, ya que ayudándolos a crecer y madurar psicológicamente sanos podemos colaborar a su felicidad.
Los primeros años de vida es donde se forma la personalidad de un niño y sus creencias (las ideas sobre el mundo). La forma de relacionarnos con nuestros hijos va a determinar su futuro como adultos.
Pedir ayuda terapéutica a tiempo ante cualquier problema o duda que se nos presente con el niño o adolescente nos ayudará como padres a la hora de entenderlos, quitándonos muchas angustias ante la sensación de «¿lo hago bien o mal?». Así podremos colaborar a su bienestar.
Es de suma importancia, evaluar el funcionamiento familiar, las relaciones entre sus miembros, las expectativas de la familia, etc…, para determinar cuáles de estas causas pueden estar influyendo en el motivo de la consulta.
El objetivo de la terapia es dotar a los menores de estrategias para sentirse mejor consigo
mismos, con sus familias, en el colegio o instituto o con sus iguales.
En niños
pequeños se realizan sesiones lúdicas. A través del juego los
menores comprenden de manera divertida e incorporan los mecanismos que necesitan
para un buen desarrollo.
Las terapias centradas en adolescentes habitualmente
se trabajan los siguientes aspectos: los límites, el cuerpo, las normas, la
autoestima, la sexualidad, la identidad, etc…
Si se considera adecuado atender y evaluar al
menor, se trabaja con sesiones o bien de manera individual o bien con los
miembros de la familia. Se les explica tanto a los padres como a los menores
como poder implicarse en la terapia y que pautas seguir para mejorar los
problemas en función de las necesidades específicas de cada caso.